7.11.06

Figúrese usted

Imagínese usted en un día cualquiera de verano. La playa, el sol, la arena, el mar tranquilo y la brisa salada en su cara y su pelo. Sin pensarlo mucho, estira la toalla, se saca las chalas, se tiende acariciando los granos de arena caliente con las yemas de los dedos. El calor lo hace quitarse la polera y, cuando el viento suave ya no es suficiente para mitigar la sensación, se pone de pie y camina en dirección a la orilla. Pronto siente el agua entre sus pies. Está fría. Imagínese ahora que camina decidido internándose de a poco en el mar. Luchando contra las pequeñas olas que intentan expulsarlo de aquella sopa salada y revuelta, finalmente logra estar a gusto. Con el agua hasta el pecho, nada y nada. Capea olas. Algunas lo revuelcan hasta casi hacerlo caer. Piensa en hacer playita, deslizarse envuelto en un remolino de agua hasta la orilla y luego volver a entrar. Y salir de nuevo. Pero no, prefiere primero nadar hasta el límite marcado por las bollas. Lo hacía desde niño y quiere recordarlo y desafiarse a la vez. Lo decide. Bracea con fuerza y avanza más rápido de lo que creía. Nada y nada, atravesando las olas de agua fría que a veces revientan en su cara. Y abre la boca para tomar aire. Y traga agua salada. Y entre esa agua salada, viene una bola de condones del tamaño de Texas que va directo, impulsada por el fluir del agua, hacia su estómago.

3 Comments:

Blogger Juan Emar said...

Pareciera ser que lo peor de lo nuestro termina en el océano. No me refiero solamente a Reñaca o Miami Beach, sino a los desprendimientos de hielo por el calentamiento global, las concentraciones de metales pesados en los mariscos por los desagües industriales, el destino de todas las cloacas, y más encima, basura gigante flotante.
Tsunami para todos nomás

1:02 p. m.  
Blogger p8nt said...

notable, gano ruda de premio!!

12:14 a. m.  
Blogger @micronauta said...

Oh.

12:51 p. m.  

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